Hay economías que aguantan bastante bien y se pueden dar el lujo de apoyar películas como lo es el último insulto al genero de terror en tierras japonesas, ‘El Último Conjuro’. Lamentablemente empezar hablando sobre esta película de esta manera puede resultar bastante polémica y hasta chocante, pero no podía ser de otra manera. Y es que Hideo Nakata, el director de grandes títulos de principios de siglo como El Aro o Dark Water (títulos que hasta tuvieron sus secuelas y remakes en tierras hollywoodenses), está en “modo Woody Allen” estrenando una película por año, algo que desconocía pero que definitivamente cuaja en la simple ecuación del fracaso. No entiende que los tiempos y la audiencia cambiaron, y nuestra forma de ver el terror también.
En los primeros segundos de este absurdo y ridículo intento de abordaje de lo sobrenatural se nos presenta a la familia Ihara, compuesta por Haruto, un niño de unos siete u ocho años que vive con su madre, Miyuki, y su padre, Naoto. Miyuki parece ser la que se queda en casa cuidando del pequeño, haciendo la comida y bueno, todo mostrado con una impronta idealista muy de los años 50/60s, y el padre trabaja en una oficina en donde se encargan de…bueno, nunca llegamos a conocer a que se dedican, pero si sabemos que tiene un buen pasar económico. Pudieron concretar el sueño de la casa propia y todo marcha relativamente bien. El pequeño Haruto muestra algunas señales de desequilibrio en su comportamiento con algunas extrañas preguntas, pero Naoto no se queda atrás.
El director nos quiere decir de entrada que algo no esta bien con la familia, pero lo construye con tan poca sutileza que resulta imposible generar vínculos con ellos (aunque sea un vínculo no sano). Todo se encuentra atropelladamente narrado y sin espacio para la construcción imaginativa del espectador, que desde el inicio puede entender algo de lo que está sucediendo pero claro, existe un background bastante incomprensible: Miyuki con un rostro bastante creepy le susurra a su marido “no me traiciones de nuevo” (primer gran interrogante), el padre parecería ser el más cuerdo pero le enseña al hijo rituales de reencarnación recitando en loop “Elohim, Essaim” (dos palabras de origen hebreo/latín que sirven para implorar a Dios sobre una necesidad o deseo), y Haruto parece estar mal dirigido por Nakata ya que no se sabe bien que le pasa.
El desencadenante no tarda en llegar: Haruto y Miyuki son arrollados por un auto en un accidente de tránsito que nunca logramos ver. Esto sucede en los primeros diez minutos, así que no se considera un spoiler. Naoto logra ver a su hijo antes de morir, pero Miyuki es la que se llevó la peor parte (o por lo menos eso nos dice un plano de su dedo todo morado y una apariencia bastante desagradable en general). Pero todavía queda un milagro: como si fuera Barry Allen en el laboratorio tocado por un rayo, Haruto revive. “Los que regresan de la muerte son los más peligrosos” se nos dice en cierto momento pero está narrado con tan poca fuerza que no resulta vital como cliffhanger.
Entonces, de un momento para el otro, la película se vuelca para poner el foco en otro personaje. Hiroko Kurasawa es una joven ex empleada de la empresa en la que trabaja Naoto, que tras vivir en reiteradas ocasiones abuso por parte de su jefe, decide hacer un cambio y lanzarse como directora audiovisual. El personaje está sumamente mal desarrollado y dirigido, algo que se ve reflejado en casi todos por igual. Ella parece sufrir una maldición por parte de Miyuki, que en su momento se dio cuenta que ella estaba enamorada de Naoto y los celos -en conjunto al desequilibrio que mencionábamos anteriormente- comenzaron a jugarle una mala pasada. Es impresionante el mal-festín predecible y mal narrado que se convierte la película con el pasar de los minutos. Una desmedida cantidad de incongruencias, sobre explicaciones, recursos baratos para complacer la imaginación de un director en absoluta decadencia…y un clímax que quiere existir pero que nunca existe como tal.
Bizarra en el mal sentido y sorprendentemente mala, no hay lugar para el terror en ‘The Forbidden Play’. El cine de terror japonés siempre me pareció fantásticamente aterrador: se arriesgaban a jugar con la tensión y el suspenso como pocos gracias a, entre muchas cosas, la extraña forma de caminar de los personajes, el uso de las sombras y las luces, los planos imposibles y exageradamente distorsionados ¿Recuerdan esos primerísimos primeros planos en las películas de este estilo? Realmente parecían estar jugando en otra liga, pero los ideales de esta “forma de hacer cine” cayeron estrepitosamente ante lo redundante, predecible y grotescamente insoportable.
POR JERÓNIMO CASCO
9 de JULIO del 2024, 17.06 PM | UTC-GMT -3
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PUNTAJE: 5.5 de 10
¿DONDE SE PUEDE VER? EN CINES ARGENTINOS A PARTIR DE ESTE 11/07
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